Los magallánicos estamos «acostumbrados» o «mal acostumbrados» a escuchar el ladrido de perros por las calles de la ciudad. Día y noche, todos los días oímos y vemos pasar perros abandonados en todos los barrios y espacios urbanos. Ingresan en los sitios eriazos, permanecen en patios y plazas, recorren y acompañan a los vehículos y ofrecen un extraño espectáculo a los turistas extranjeros que visitan Punta Arenas.
Algunos ladran agresivos a los transeúntes, otros pasan indiferentes.
En 1905 una ordenanza municipal de la Comisión de Alcaldes de Punta Arenas estableció una fuerte multa a los propietarios de perros abandonados, especialmente en temporada invernal cuando los ovejeros y esquiladores regresaban desde las estancias con sus caballos y sus perros hasta la siguiente temporada de esquila.
Mas de un siglo después, la ciudad sigue poblada de cuantiosas jaurías de perros de todas las razas y colores, tamaños y costumbres, ante la mirada casi indolente e irresponsable de los ciudadanos.
Un turista noruego en su difícil español pregunta intrigado en el centro de Punta Arenas: «¿porqué los abandonan, porqué no los cuidan?».